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Enki es el dios sumerio de la sabiduría, el agua dulce, la inteligencia, la astucia, la picardía, la artesanía, la magia, el exorcismo, la curación, la creación, la virilidad, la fertilidad y el arte. Es conocido también como Ea, Enkig, Nudimmud o Ninsiku. La iconografía lo representa como un hombre con barba que lleva un tocado con cuernos y una larga túnica mientras asciende a la Montaña del Amanecer.
En esta imagen, de sus hombros salen corrientes de agua, lo que subraya su asociación con el agua que da vida, mientras que en el fondo aparecen árboles que representan el principio masculino y femenino. Las corrientes se interpretan como los ríos Tigris y Éufrates que, según un mito, se formaron a partir del semen de Enki. Su nombre significa «Señor de la Tierra» y sus símbolos son el pez y la cabra, ambas representaciones de la fertilidad.
Enki, patrón de la ciudad de Eridú
Enki era un dios sumerio del agua dulce y patrón de la ciudad de Eridú, considerada por los mesopotámicos como la primera ciudad establecida al principio del mundo. El dios aparece por primera vez en el Período Dinástico Temprano III (2600-2350 a.C.) y se estableció como un dios importante de los acadios hacia el 2400 a.C., conociéndolo como Ea y más tarde para los babilonios sería Nudimmud.
Sin embargo, las excavaciones en Eridú han revelado pruebas de una tradición de santuarios a Enki que se remonta a la fundación de la ciudad hacia el 5400 a.C. Enki es conocido como Ninsiku solo en su faceta de patrón de la artesanía y el arte, especialmente de los objetos dedicados a temas divinos.
Genealogía
Enki es el hijo de An (Anu), el dios del cielo, en la mitología sumeria y acadia, mientras que, en los textos babilónicos, es el hijo de Apsû, el padre primordial. También se le menciona como hijo de la diosa Nammu, una diosa madre primordial que dio origen a la tierra y los cielos. La esposa de Enki es Ninhursag (también conocida, entre otros muchos nombres, como Ninmah y, originalmente, como Damgalnunna, la Damkina asiria) y sus hijos fueron Asarluhi (dios del conocimiento mágico), Enbilulu (dios de los canales y los diques) y Marduk (que más tarde absorbería las cualidades de Asarluhi y de otros muchos dioses).
El «Señor de Aguas Dulces» tuvo ocho hijos nacidos de los esfuerzos de Ninhursag para curarlo en el mito Enki y Ninhursag: Abu (dios de las plantas y del crecimiento); Nintulla (Señor de Dilmún y de los metales preciosos); Ninsutu (diosa de la curación, esposa del dios sanador Ninazu); Ninkasi (diosa de la cerveza); Nanshe (también Nanse, justicia social, fertilidad, adivinación e interpretación de los sueños); Azimua (diosa de la curación, esposa de la deidad del inframundo Ningishzida); Enshag (Señor de Dilmún, dios de la fertilidad) y Ninti (diosa de los canales, dadora de vida). Enki también suele ser representado como el padre de una de las deidades más populares y perennes, Inanna, diosa de la guerra, la sexualidad, la pasión, la fertilidad, el amor y las prostitutas.
An, Enlil y Enki: La Triada Mesopotámica
Junto con Anu y Enlil, Enki formaba una primitiva tríada mesopotámica que gobernaba los altos cielos, la atmósfera y la tierra. También figura entre las primeras siete deidades sumerias en la lista de dioses que también incluye a Anu, Enlil, Ninhursag, Utu, Nanna e Inanna. Hay una serie de historias, leyendas, oraciones e inscripciones reales mesopotámicas en las que Enki desempeña un papel importante. Es famoso en las obras relacionadas con Ninhursag (Ninmah), como por ejemplo Enki y Ninhursag, y Enki y Ninmah, ambas relacionadas con la creación del mundo y la humanidad.
En el «Enûma Elish», la epopeya babilónica de la creación, Enki es el padre del victorioso Marduk, que vence a las fuerzas del caos; y es cocreador del mundo con su hijo. Enki también aparece en las obras «El Poema de Atraḫasîs», El matrimonio de Ereshkigal y Nergal, Inanna y el dios de la sabiduría, El Descenso de Inanna, Enki y el orden del mundo, Enmerkar y el señor de Aratta, El Poema de Gilgamesh, entre otras.
Origen mitológico del Enûma Elish
Según el Enûma Elish babilónico (1100 a.C.), Enki era el hijo mayor de los primeros dioses, Apsû y Tiamat. En el principio de los tiempos, el mundo era un caos arremolinado indiferenciado del que se separaban Apsû, el principio masculino personificado por el agua dulce y Tiamat, el principio femenino definido por el agua salada. Apsû y Tiamat dieron a luz a los dioses más jóvenes, pero estas deidades no tenían nada que hacer y se divertían como podían. Su constante ruido distrajo a Apsû e interrumpió su sueño, por lo que, tras consultar con su visir, decidió acabar con ellos.
Tiamat escuchó su discusión y se horrorizó con el plan, por lo que se lo susurró a su hijo. Enki consideró varios planes con sus consecuencias y luego procedió con el que le pareció mejor: puso a su padre en un sueño profundo y luego lo mató. Tiamat nunca consideró tal posibilidad y repudió a sus hijos. Entonces levantó un ejército de demonios y monstruos, liderado por su consorte y paladín Kingu. Este ejército de los dioses más antiguos derrotó a Enki y a los dioses más jóvenes en la batalla cada vez que se enfrentaban, hasta que el grupo más joven fue expulsado y empezó a perder toda esperanza.
En ese momento, el hijo de Enki, Marduk, se presentó con una propuesta: si los dioses lo hacían su rey, él los llevaría a la victoria. Antes de esto, no había un general que supervisara las operaciones, sino que cada dios se turnaba en el mando. Una vez que Marduk fue elegido rey, se enfrentó a Kingu en un combate singular y lo derrotó, y luego disparó a Tiamat con una flecha tan grande que la partió en dos.
De sus ojos corrieron las lágrimas que se convertirían en los ríos Tigris y Éufrates y su cuerpo fue utilizado por Marduk para formar la tierra. Kingu, y otros dioses que habían alentado la guerra de Tiamat, fueron ejecutados y el cuerpo de Kingu fue utilizado para crear seres humanos. Marduk consultó con Enki todas estas decisiones, por lo que a menudo se acredita a Enki como cocreador del mundo y de la vida.
Enki en el Poema de Atraḫasîs
Historia de Acadia y Babilonia
La historia acadia/babilónica del «Poema de Atraḫasîs» (c. siglo XVII a.C.) ofrece otra versión de la creación, aun así, Enki desempeña un papel fundamental. En esta historia, los dioses mayores viven una vida de ocio y placer mientras hacen que los dioses más jóvenes realizan todo el trabajo para mantener la creación. Los dioses más jóvenes no tienen tiempo para descansar porque siempre hay mucho que hacer y por eso Enki les propone crear seres menores para que sean colaboradores suyos.
No tenían idea a partir de qué hacer estas nuevas criaturas hasta que uno de los dioses, We-llu (también llawela), se ofrece como sacrificio y es asesinado. Su carne, su sangre y su inteligencia son amasadas en arcilla por la diosa madre Ninhursag, que crea siete seres humanos masculinos y siete femeninos. Estas catorce nuevas criaturas son excepcionalmente fértiles y pronto hay cientos, y luego miles de personas en la tierra, todas haciendo el trabajo que antes ocupaba a los dioses más jóvenes.
Las pestes de Enlil
Al principio, estas personas son exactamente lo que los dioses esperaban, pero, a medida que crecen en número, se volvieron más ruidosas y cada vez más problemáticas. Su constante ruido y sus dificultades perturban el sueño de Enlil, rey de los dioses, y lo distraían tanto de sus tareas diarias como de su ocio, por lo que decide reducir la población mediante una serie de plagas. Envía una sequía, luego una peste, luego una hambruna y, en cada ocasión, el pueblo apela a su dios-padre Enki, el que los concibió por primera vez, y este les ayuda diciéndoles lo que deben hacer para devolver a la tierra el equilibrio y la productividad, y la salud plena a sus comunidades.
Enlil se siente frustrado ya que ahora parece haber incluso más gente que cuando intentó deshacerse de ellos por primera vez. Convence a los demás dioses para que le permitan desencadenar un gran diluvio que destruya a la humanidad y es lo suficientemente poderoso como para conseguir que todos estén de acuerdo. Enki reconoce la crueldad y la injusticia de este plan, pero no puede disuadir a Enlil, así que va a la tierra y encuentra a un hombre honesto, Atraḫasîs, que siempre ha sido sabio y amable y se ha dedicado a Enki piadosamente. Enki le susurra que construya un arca y que entre en ella con dos especímenes de cada especie animal.
El Gran Diluvio
Atraḫasîs cumple su misión justo cuando comienza el diluvio. El pueblo clama por la ayuda de los dioses, pero no se le ofrece ninguna ayuda. Ninhursag llora por el pueblo y está inconsolable y los otros dioses también lloran, pero nadie puede detener la inundación. Enlil reconoce que esta inundación puede no haber sido la mejor idea, pero ya es demasiado tarde; todos los habitantes de la tierra han muerto.
Las aguas del diluvio disminuyen, el arca se detiene y Enki le susurra a Atraḫasîs que ha llegado el momento de abrir el barco y hacer sacrificios a los dioses. Atraḫasîs lo hace y el dulce olor de su sacrificio flota hasta el cielo desde donde Enlil mira hacia abajo para ver que alguien ha sobrevivido. Al instante sabe que Enki está detrás de esto y, a pesar de que hace poco estaba lamentando lo que había hecho, concentra toda su furia en él.
El nuevo plan de Enki
Sin embargo, Enki se explica y muestra lo bueno y bondadoso que es Atraḫasîs y los dirige a todos al dulce sacrificio. Los dioses están satisfechos y descienden a la tierra para comer el sacrificio y entonces Enki propone un nuevo plan: los dioses crearán seres menos fértiles: los niños serán llevados por los demonios, las mujeres sufrirán abortos o serán infértiles, mientras que otras mujeres serán consagradas a los dioses y permanecerán vírgenes perpetuas.
Además, los humanos no tendrán una vida muy larga y, en el tiempo que vivan, habrá oportunidades diarias de que mueran por muchas causas diferentes. Los dioses aceptan esta propuesta; Atraḫasîs, el último de su especie, es trasladado a las tierras de los benditos y Ninhursag crea las nuevas criaturas.
Enki como dios embaucador
El salvador de la humanidad
En ambos relatos, Enki actúa en el mejor interés de la comunidad, aunque esta no pueda apreciarlo. En el Enûma Elish, desafía las esperanzas de su madre al matar a Apsû, pero debe hacerlo por el bien mayor y, en El Poema de Atraḫasîs, salva a un buen hombre para inspirar a Enlil a dar a la humanidad una segunda oportunidad de vivir. La mayoría de los demás relatos se le muestra de esta misma manera. En Las bodas de Ereshkigal y Nergal, por ejemplo, organiza los acontecimientos para que Nergal, dios de la guerra, sea retenido en el inframundo durante seis meses del año, evitando así las guerras y los conflictos durante ese tiempo.
También tenemos «El descenso de Inanna», Enki organiza el rescate de su hija en el inframundo tras ser asesinada por su hermana Ereshkigal, enviando a dos astutos demonios para que engañen a la Reina de los Muertos y les entreguen el cadáver de Inanna. En el relato Inanna y el Dios de la Sabiduría, a Enki se le muestra como poseedor del meh, las leyes y los poderes relacionados con toda la vida y los dones de la civilización —que sólo poseen los dioses—, y permite que Inanna se los arrebate durante una fiesta de borrachera.
Aunque envía varias fuerzas tras ella para volver a capturar los meh y recuperarlos, parece que Inanna se escapa con sus tesoros robados con bastante facilidad. En esto, Enki es visto igual que en otras obras sobre Inanna: como el padre de una hija que haría cualquier cosa por ella, aunque no parezca la opción más sabia o incluso la más justa dadas las circunstancias.
Ereshkigal e Inanna
En «El descenso de Inanna», después de todo, Inanna es la causante de sus propios problemas y es en realidad Ereshkigal la que se ve perjudicada y debe ser ayudada. Sin embargo, al ayudar a Inanna, Enki restablece el equilibrio del mundo y, de nuevo, hace su elección basándose en el bien de la mayoría. Cuando permite que Inanna tome el “me”, sabe que ella entregará los dones de la civilización a la humanidad, al igual que sabe que los otros dioses esperan que los mantenga fuera de las manos de los humanos.
Como dios embaucador, Enki revela su sabiduría —y así ilumina a los demás— a través de acciones que pueden no tener sentido en primera instancia. Así ocurre cuando se deja emborrachar y permite a Inanna apoderarse del “me”, pero también se demuestra en La Epopeya de Gilgamesh, cuando consiente la muerte de Enkidu, amigo íntimo del héroe Gilgamesh. Enkidu y Gilgamesh acaban de regresar de otro triunfo cuando Inanna (conocida como Ishtar en la historia) intenta seducir al héroe y Gilgamesh, enumerando los muchos otros amantes que ha tenido y que tuvieron malos finales, la rechaza de mala manera.
La pérdida de Gilgamesh
Inanna envía al marido de su hermana Ereshkigal, Gugalanna (el toro del cielo) a destruir el reino de Gilgamesh, y Enkidu termina matándolo. Por levantar la mano contra un dios, Enkidu debe morir. Enki consiente en ello —aunque reconoce que Inanna fue la causante del problema— porque los seres humanos no deben pensar tan bien de sí mismos como para desafiar a los dioses. Sin embargo, lo más importante es que Enki se da cuenta de que la muerte de Enkidu hará que Gilgamesh experimente lo que significa una pérdida, y esto lo llevará a una exploración del significado de la vida que lo convertirá en un individuo más profundo y completo.
Incluso en Enki y Ninhursag, donde seduce a sus hijas mayores porque le recuerdan a su esposa, Enki es retratado con simpatía. Se le castiga por sus transgresiones, de las que, se aclara, era culpable sólo por su gran amor por Ninhursag y por una especie de encantamiento en el que cayó por echarla de menos. Su papel de Dios Embaucador es evidente en esto, ya que sus diversos pasos en falso y pecados dan lugar al nacimiento de deidades favorables a la humanidad.
Lo mismo ocurre en Enki y Ninmah, en la que Ninmah le reta a un juego mientras beben cerveza y Enki consigue superarla creando un ser que ella no puede mejorar. Sus travesuras en todos estos relatos son una prueba de su sabiduría y de su deseo de hacer lo mejor para la humanidad.
Culto de Eridú
Enki, como patrón de la ciudad de Eridú, es importante por su papel de dios de la sabiduría. Se cree que Eridú fue la primera ciudad creada por los dioses a la que se confirió el orden y la ley en el principio de los tiempos y que posteriormente se conoció como la «ciudad de los primeros reyes». Fundada hacia el año 5400 a.C., Eridú seguiría siendo un importante centro religioso durante miles de años y serviría para acoger relatos y leyendas sobre una «edad de oro» del mismo modo que los escritores hebreos posteriores utilizarían un Jardín del Edén.
Gracias a las excavaciones en la ciudad, se han descubierto santuarios a Enki construidos y reconstruidos en el mismo lugar durante miles de años. Incluso después de que el dios fuera ampliamente venerado en otros lugares, continuó siendo asociado con Eridú y el abzu (también absu), las aguas subterráneas del lugar. Enki era adorado principalmente en su templo conocido como E-abzu (Casa del Abzu) y E-engur-ra (Casa de las Aguas Subterráneas).
Al igual que con todos los demás dioses y diosas importantes de Mesopotamia, los sacerdotes atendían la estatua del dios, el templo y el complejo de templos que servían al pueblo de muchas maneras diferentes. Los templos de los dioses eran casas de curación, centros de asesoramiento, centros de distribución y lugares sagrados. No había servicios en los templos tal y como se reconocen en la actualidad y la gente interactuaba con los dioses principalmente durante los festivales, a través de la comunión con los sacerdotes menores, o en casa a través de rituales privados.
En Eridú, Enki presidía el abzu, pero también los aspectos místicos de este pantano primordial del que se creía que había surgido la ciudad —y la vida—. Atendido por su ministro Isimud, Enki también tenía a su servicio a diversas criaturas como gigantes, demonios (tanto protectores como destructivos) y otros seres místicos. Se creía que los tritones y las sirenas habitaban las profundidades acuáticas del abzu bajo la ciudad, mientras que los Siete Sabios (el abgal) vivían con Enki en su palacio.
En todas las historias o leyendas, Enki está asociado a las alturas y profundidades del entendimiento universal y siempre es visto como un amigo de la humanidad. Cuando se le daba a elegir entre servir a la voluntad de los dioses o a las necesidades del pueblo, Enki siempre elegía los intereses humanos y siempre el camino de la compasión, el perdón y la sabiduría.
Dioses sumerios
An (Anu)
Dumuzi (Tammuz)
Enlil
Ereshkigal
Inanna (Ishtar)
Nanna (Sin)
Nergal
Ninazu
Ninhursag (Damkina)
Ninkilim
Ninurta
Utu (Shamash)
Bibliografía
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